viernes, 9 de mayo de 2008

-quisiera-


Tal vez ya no la vería como esa noche. Fue casi todo lo que siempre, desde que la vio, espero que fuera. La pasión de conocerla lo consumió en la noche, empapado de sueño y olvidando. El sentado, ella acercándose lentamente con sus ojos entrecerrados y tan despiertos que no podían dejar que las miradas se escapen de su brillo incandescente y adulador. Como de costumbre, hasta ese entonces, en que se le ocurrió un movimiento inesperado, abordó la situación desentrañando su propio misterio, dejando que su instinto liderara su accionar y besando con labios que no conocía. Ella correspondiendo, con simulacros de la propia conciencia de su amante, estirando la piel de la realidad hasta destrozarla por momentos que no duraron mas que hasta el desavenir del inhóspito final entre las sabanas solo y en silencio anhelando que su vida acabase en breve para poder seguir soñando con ella.

Como todos los días hábiles hasta ese entonces, y desde no hacia mucho para decir verdades, despertó con la alegre amargura de quien sabe lo que pasara cuando atraviese el fino limite entre la obsoleta y efímera apariencia del sueño para encontrarse nuevamente con el tren imparable que la rutina tomaba todos los días para llegar a su silenciosa existencia.
Silencioso él y haciendo estragos los pensamientos en su mente, se dirige al baño. Limpia refregando casi violentamente los vestigios del día anterior para poder recoger los que vendrán. Sacude sus manos sobre la suavidad de su aun tan tierna piel. Tratando de mentalizarse en que será un día distinto, donde podrá encontrarla, y besarla precipitadamente. Encontrando en ella respuesta inmediata. Sorpresa por encontrar lo que, ella, sin saber, había estado esperando ansiosamente. Con miedo, ahora, por el sinfín de contradicciones bellas y la desavenencia del verbo implícito.
Aleja su hermosa presencia cuestionando para sus adentros, dejando oír reflexiones mudas por la barrera inconciente que no lograba dejar atrás. Sin pensarlo mucho se retracta por su inexperiencia, salvando el desatino con palabras aduladoras y convincentes de sus intenciones. Abraza su pequeño cuerpo y besa sus ojos brillantes, hoy maquillados solo para que el los vea mas bonitos, acaricia su cintura dejando que ella lo envuelva en sus alas y lo desate de su propia desgracia. El, esperando, ella, atendiendo. El, dudando, se retira unos pasos más atrás, hasta tropezar con otro recuerdo y otra vida, esta vez más allá del desamor y la presencia abrumadora de los otros.

Esta vez, muy cerca, a su lado.
El frío de la mañana lo obliga a apurar el molesto trámite del amanecer.
Da un decoroso fin a la ducha, sintiéndose limpio y listo para ensuciarse.
Piensa piensa y no hace mas que pensar. Y no sabe más que pensar. Y no hace más que pensar en dejar de pensar para poder pensar en otra cosa. Y así estar listo para llevar a cabo sus planes. Planes que sabe imposibles para su humanidad dormida a la hora de rebelarse al instinto abandonado por la razón en el alma.
Al darse cuenta de que ya se calentó el café mas de la cuenta, como todas las mañanas que mal empiezan y mal deben terminar, apaga el fuego en la hornalla y enciende una llama mas, dentro suyo, para soportar el silencio que colocó sobre si para empujarse otra vez hacia el abismo del conocimiento de si mismo, sin haberse visto jamás.